El Madrid se llevó la Supercopa, porque hubiera resultado de malísima educación no aceptar los graciosos regalitos que, por un extraño sortilegio, el Barça le concede en los últimos clásicos. Es algo entre esotérico e inconcebible pues a los donativos ya habituales de Valdés, Piqué... e incluso de Puyol en el último partido de Liga, se sumó hasta Mascherano, el tipo más seguro que he visto en un campo de fútbol. No creo que haya en la historia reciente del fútbol mundial un ratio de goles rarísimos equiparable a los que el Madrid hace al Barça.
Como es lógico, tanta bebida gratis emborrachó al Madrid, y el subidón les hizo creerse los reyes del mambo con 2-0 y contra diez, ahí es nada… Pero les duró menos de media hora, hasta que Montoya salió al campo -los ataques a Tito por poner a Adriano son ventajistas- y el golazo de Messi les puso de nuevo ante todos sus fantasmas.
Porque por mucha paja mental que la caverna lechera se haga, el Real Madrid, como cualquier equipo que entrene el tuercebotas de Mourinho, solo sabe jugar a la contra, algo que disimula con algunos arreones en cada partido, generalmente vía balón parado, pero que ayer alcanzaron su culmen con la empanada de 20 minutos largos que llevaban Busquets, Iniesta e incluso Xavi, dejándose robar balones que los blancos no suelen ni oler si no es a base de faltas. Sumadle a eso que dos pelotazos estilo “regional preferente” acabaron en gol, y que la inoportuna lesión de Alves liberó a un Marcelo que se rila siempre ante el brasilero, pero que cuando se lanza hace más pupa que 10 CR7 juntos. Ahí estuvo la clave de esos 20 o 25 minutos atípicos que la merengada va a estirar como el chicle.
Pero si os paráis a pensar, el Real desperdició la ocasión de su vida para golear a un Barcelona diezmado y grogui. Y como todo su bagaje es puramente físico, cuando su gasolina empezó a perder octanaje, hicieron una última hora de partido que, personalmente, considero vergonzante para un equipo grande. Porque no hablamos de que si fulano falló o mengano se equivocó, sino de que un equipo que juega en casa, contra diez, y con 2-0 a favor, fue incapaz de quitarle la pelota al Barça, se le crearon 5 ocasiones muy claras de gol (dos de Pedro, una de Montoya, una de Alba y la de Messi al final), y volvió a mostrar su apabullante inferioridad técnica ante su eterno rival.